Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen. La vida cristiana es un Camino y nosotros podemos distraernos y perdernos lo importante del viaje. Tú y yo caminamos acompañados por Jesús en nuestra vida cotidiana como los discípulos caminaron con Él rumbo a Emaús después de su resurrección. Sin embargo, el Evangelio nos relata que al principio esos discípulos no fueron capaces de reconocer a Jesús en el camino. Tenían los ojos de su corazón velados por sus razonamientos teológicos equivocados y por los sentimientos de tristeza por la crucifixión que no entendían. Tenían a Jesús resucitado frente a ellos y no fueron capaces de reconocerlo. Estaban distraídos, a punto de perderse un encuentro con Dios. Un Dios que se presenta de forma sutil en el camino para aquellos que tienen el corazón preparado para reconocerlo.
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